HISTORIAS Y LEYENDAS 

DEL MAESTRO YANG LU CHAN













 

   La vida del fundador de nuestro estilo de Taijiquan está plagada de historias muy significativas, una de las cuales pasamos a narrar a continuación.

    Se cuenta que cuando nuestro Maestro se trasladó a la capital, Beijing, las maravillas de su arte marcial adquirieron una fama que rápidamente se propagó por todas partes, siendo innumerables las visitas que recibía por parte de practicantes de las más diversas artes de lucha. Un día, encontrándose el Maestro en actitud meditativa, de pronto, sin ser previamente anunciado, apareció un monje y Yang Lu-chan salió a recibirlo. Se percató de que se trataba de alguien de constitución fuerte y muy alto. El monje le saludó y le expresó su gran admiración. Disponíase el Maestro a responderle humildemente cuando, repentinamente, el monje se abalanzó sobre él atacándole con sus puños. El Maestro bajó ligeramente su pecho y con su mano derecha golpeó suavemente el puño del monje. Como si un rayo hubiese caído sobre él, el monje salió despedido por detrás de un biombo, manteniéndose aún en una actitud de ataque con los puños cerrados. Después de un largo paréntesis, el monje, solemnemente, se disculpó diciendo: "he sido extremadamente grosero".

    El monje, que se llamaba Ching-te y era luchador (boxeador), de Shaolín, fue invitado por el Maestro Yang a quedarse y poder conversar. Entre las innumerables preguntas, el monje le hizo una primera: "¿Por qué hace un momento fui sorprendido y no pude demostrar las habilidades de mi arte?" El Maestro le respondió: "Esto es porque siempre estoy en guardia". El monje le hizo una segunda pregunta: "¿Cómo pudisteis reaccionar tan rápidamente?" El Maestro le dijo: "A esto se le llama emitir energía como para lanzar una flecha". El monje replicó: "He recorrido muchas provincias y nunca conocí a nadie que os igualara. Os ruego que me enseñéis el secreto de la ligereza y sensibilidad del "Taijiquan".

    El Maestro no respondió a la última pregunta del monje. En ese momento vio que un gorrión revoloteaba a través de la cortina y se posaba junto a él. Rápidamente, tomó al pájaro en su mano y le dijo al monje: "Este pájaro es muy manso y le voy a gastar una pequeña broma". Se lo puso en la palma de la mano derecha y lo acarició suavemente con la izquierda. Entonces retiró su mano izquierda completamente y el gorrión, batiendo las alas, trató de volar. El Maestro usó con la mano derecha la técnica de "ocultar rápidamente y manifestar rápidamente" y el gorrión fue incapaz de echar a volar. Es sabido que todos los pájaros deben tomar impulso primero con las patas para emprender el vuelo, pues bien, el gorrión, al no encontrar un punto de apoyo con sus patas, tenía que volver a posarse. El Maestro lo acarició de nuevo y lo soltó, pero nuevamente fue incapaz de echar a volar. Después de la tercera ocasión, el monje, muy asombrado, exclamó: "¡vuestro arte es verdaderamente prodigioso!" El Maestro sonrió y dijo: "Esto apenas merece ser llamado prodigioso. Si uno practica Taijiquan durante algún tiempo, el cuerpo entero se vuelve tan ligero y sensible que el peso de una pluma lo mueve, y lo mismo ocurre cuando se posa una mosca. Todo consiste en esto". El monje se inclinó profundamente, permaneció durante tres días y luego se marchó.

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